viernes, 17 de junio de 2011

Parte I: Mi pasaporte.

- ¡Héctor, tu vuelo sale en dos horas, venga hijo!.
- Mamá un momento, no encuentro el pasaporte.
- ¡¿Cómo que no encuentras el pasaporte?!. Mira que te digo que las cosas te las prepares el día antes, pero tu, ni caso, es que de verdad y de verdad, ¡eres un desastre!.
- ¡Mamá no me extreses que bastante nervioso estoy ya con saber que tengo que pasar el verano en un internado!.
- Pero si siempre habías dicho que te hacía ilusión ir a Inglaterra y ver cosas extrañas y todo eso que en verdad no existe.
- Si, pero... no se, pasar el verano allí es un poco..., no se estoy inseguro.
- Pues haberlo pensado antes, y no me cambies de tema, ¡busca el pasaporte!.
- ¿Pero que pasa?, llevo media hora esperando en el coche, vamos hijo, que es para hoy.
- Papá, ¿has visto mi pasaporte?.
- Eh...
- ¿Has visto Jesús?, y dice que quiere independizarse un día de estos, ni a la vuelta de la esquina llega sin nosotros.
- Cariño...
- Ni cariño ni leches, es un despistado, anda que no saber donde ha puesto el pasaporte...
- Cariño...
- ¡Hay Jesús déjame y ayúdame a encontrar el pasaporte de tu hijo!.
- ¡Cariño que el pasaporte de Héctor lo llevo yo!, que lo cogí anoche y se lo puse en la bandolera.
- ¿Y lo dices ahora?
- Si te lo dije. Anda hijo, recoge la maleta y vamos que el vuelo sale ahora mismo.

*

Dicen que los veranos en la adolescencia son especiales. Ir a la playa, a la piscina, con los amigos, enamorarte... supongo que eso es lo normal, pero yo nunca había sido un niño común, por lo tanto, tampoco mi verano lo sería.

Salí de mi casa con retraso y cuando llegué al aeropuerto para coger el avión, un profesor del Gedwick International School (el internado religioso al que iba), me estaba esperando para acompañarme durante todo momento hasta que llegaramos y comenzara mis clases.

- Queden tranquilos señores Castro, yo me ocuparé personalmente de la seguridad de su hijo Héctor, así como de su mejora en el rendimiento escolar y de que su fé vaya creciendo día a día para hacer de él un hombre de bien.
- Lo sabemos y quedamos tranquilos -dijo mi madre-.
- Héctor, aquí nos separamos hijo-me dijo mi padre-, que todo lo que aprendas sea para bien y que este verano sea inolvidable.
- Adiós papá, adiós mamá-dije con voz segura, ocultando mis inseguridades y mis miedos-.
- Feliz verano señores Castro -dijo Mr. Berkson-.